Los científicos que nos inspiran (VI): Alan Turing

Mucho se ha escrito sobre Alan Turing desde el colectivo LGTBI+. Es sin duda, el icono gay que más se conoce en el contexto científico y, en particular, en el área de las matemáticas. Hubo muchos otros antes de Turing y muchos también después, pero si algo hizo al Prof. Turing famoso fue su gran aportación para la finalización de la Segunda Guerra Mundial, lo que lo convierte en alguien doblemente importante. Turing se formó en el King’s College de Cambridge, donde desarrolló las investigaciones matemáticas que más adelante le llevarían a diseñar la conocida como ‘Maquina Turing’, un aparato capaz de determinar funciones matemáticas. Gracias al éxito de ese trabajo pudo viajar a Princeton (EEUU) para escribir su tesis doctoral. Durante la segunda guerra mundial Turing fue reclutado para trabajar en un grupo del servicio de espionaje británico que tenía como objetivo descifrar el funcionamiento de las máquinas Enigma. Estos aparatos de encriptación electromecánica creados en los años 20 por los alemanes servían para hacer inteligibles las comunicaciones de los nazis. El trabajo de Turing fue decisivo para descifrar el código de las máquinas Enigma y para desarrollar una máquina que lo replicaba y traducía, la Bombe. Desde su puesta en marcha en 1940, esta máquina descifró alrededor de 84.000 mensajes encriptados alemanes al mes, resultando crucial para que los barcos mercantes y militares aliados lograran evitar los submarinos alemanes en el mediterráneo. No quiero añadir más a lo que ya se sabe sobre Alan Turing y que es mucho. Sin embargo, quiero centrar esta entrada en cómo descubrí los trabajos de Turing y el efecto que tuvieron en mi y en mi primer amor. Un día, cuando estaba en la universidad, el profesor de Conjuntos y Números nos empezó a hablar de Criptografía y nos contó cómo se podían enviar mensajes y recibirlos sin que fueran detectados. Cada semana el profesor nos proponía un método criptográfico, desde la Escítala hasta la Máquina Enigma. La clase fue todo un hallazgo. Descubrimos la manera de comunicarnos con aquél juego en aquellas clases frías del C-XV de Cantoblanco, sin que nadie se percatara. Fue muy divertido conocerle y conocerme a través de mensajes que sólo él y yo conocíamos y que eran muy difíciles de descubrir. Nos enamoramos con aquel juego. Nadie lo sabía, era nuestro secreto. Finalizando el curso, un buen día, el profesor nos contó la historia personal de Alan Turing, casi fuera de temario y de manera descontextualizada. Nos explicó que, además de por su gran aportación científica, la historia de Turing era conocida por lo horrible que fue el final de su vida. Turing se declaró abiertamente homosexual en una investigación policial, hecho por el que fue obligado a someterse a un tratamiento médico de castración química que arruinó su salud en sus últimos años de vida. Murió en 1954 tras ingerir una manzana contaminada con cianuro. A día de hoy no se han esclarecido las circunstancias de su muerte y si está se trato de un suicidio, fue un asesinato o un mero accidente. El día que conocimos su historia Turing se convirtió en un gran ejemplo para nosotros y decidimos contarle al mundo que nos habíamos enamorado con los métodos criptográficos. Recientemente, ya en 2013, la Reina Isabel II exoneró a Alan Turing. Ese día aquel chico del que me enamoré me llamó y lloramos juntos recordando su historia. Los ingleses llegaban 61 años tarde. Más información: Imagen: Dominio público